Si bien es cierto que la
escritura y la firma de toda persona se van modificando paulatinamente por el
transcurso del tiempo, las variaciones pueden adoptar muchas y diferentes
formas: entre ellas, añadir nuevos trazos o movimientos, modificar el tamaño, la
pulsación, la inclinación, etc., aunque lo más habitual es que el paso del
tiempo provoque en la firma una tendencia a la abreviación o síntesis de sus
principales trazos, consecuencia de la repetición sucesiva y automática de sus
movimientos.
Generalmente los cambios que
pueden producirse en las firmas de una persona como consecuencia del transcurso
del tiempo pueden no ser fácilmente identificables en muchos casos, pues son
modificaciones que pueden ser insignificantes o podemos encontrarnos ante firmas
cuya estructura no quede modificada dada su invariabilidad gráfica.
Como indica Ordway Hilton,
reconocido perito calígrafo de los Estados Unidos de América en la página 289
de su libro "Scientific examination of questioned documents" (Edit.
ELSEVIER 1.984), "Los cambios en la escritura manuscrita de personas
adultas son generalmente insignificantes, y cubren un periodo de varios años.
Por ello, en la mayoría de casos, las consideraciones relativas a la escritura
manuscrita no son herramientas válidas para datar documentos".
Además, existe también la
posibilidad de que se pueda afirmar con total rotundidad que las modificaciones
advertidas a raíz de la grafo-comparación entre las diferentes firmas de una
misma persona de diversos años sean debidas exclusivamente al efecto del
transcurso del tiempo, puesto que hay que considerar que la firma es, al igual
que la escritura, un signo gráfico que va a quedar alterado como consecuencia
de los distintos momentos escriturales de todo individuo.
Así, los factores ambientales,
biológicos, fisiológicos, psíquicos, etc, afectarán al manuscriptor en su
escritura o firma, por lo que esta variaciones gráficas van a converger con las
que pueden venir provocadas por el transcurso del tiempo, lo que llevaría a la
imposibilidad de situar una firma en un momento concreto, o cuanto menos ello
podría distorsionar o contaminar el estudio. En efecto, si una persona se halla
nerviosa, alterada, atemorizada, enfadada, etc., va a reflejar su estado de
ánimo en la estructura de su firma, y ello puede interpretarse erróneamente
como un elemento innovador provocado por el transcurso del tiempo.
Otro elemento que debemos tener
en cuenta al afrontar un estudio referido a la datación de escritura o firma a
través de la comparación gráfica de modelos de una misma persona de distinta
cronología es saber si es posible establecer unos períodos de tiempo dentro de
los cuales se mantienen unos parámetros gráficos inamovibles y constantes, o si
por el contrario, no puede hablarse en ningún caso de períodos cerrados, sino
que la evolución puede ser en muchos casos tan inapreciable, inconstante y
versátil, que no sea posible establecer unos plazos cerrados relativos al
proceso gráfico evolutivo de una persona.
Considero que, con carácter
general, no puede afirmarse de forma rotunda que una persona modifica su
escritura cada dos, cinco o diez años, y que dentro de este lapso de tiempo sea
posible identificar, sin lugar a dudas, el tipo de escritura o firma que se
venía realizando. Consecuentemente, entiendo que no es posible detectar que
fuera de este periodo se abandonen súbitamente aquellos gestos gráficos
característicos que hasta entonces habían identificado a esta persona. Afirmar
esto sería reconocer que la escritura es un acto totalmente consciente,
premeditado y no espontáneo.
Ciertamente, la evolución gráfica
es mucho más compleja, puesto que, además del paso inexorable del tiempo,
existen muchos otros factores que convergen en la configuración de la
escritura: los meramente internos o estructurales del propio gesto gráfico
(tipo de firma ante la que nos encontramos, su extensión, su dimensión, su
dinamismo, su riqueza y número de trazos, etc) y los factores exógenos o
endógenos que afectan a la persona en sí (factores ambientales, psicológicos,
físicos, etc).
Desde nuestro punto de vista
estimamos que, con carácter general, el estudio referido a la datación de
firmas de una misma persona a través de su comparación únicamente podrá
determinar que una firma se encuentra dentro de un período de tiempo más o
menos amplio, no siendo posible acotar dicho período entre fechas determinadas.
Consecuentemente, considero que es extremadamente aventurado llegar a concluir que una firma no puede haber sido realizada a partir de una fecha concreta si no se dan unas especialísimas circunstancias que son las que se exponen a continuación:
Consecuentemente, considero que es extremadamente aventurado llegar a concluir que una firma no puede haber sido realizada a partir de una fecha concreta si no se dan unas especialísimas circunstancias que son las que se exponen a continuación:
Los expertos en grafo crítica se
refieren a la posibilidad de situar de forma más concreta y precisa una firma
en el tiempo cuando existen pruebas evidentes. Así, por ejemplo, cuando la
firma se va modificando paulatinamente de modo que aparecen en los mismos
signos, trazos o gestos gráficos claros, persistentes y verificables (no
esporádicos) que no existían anteriormente, o cuando se constata un claro e
irreversible deterioro provocado ya sea por una enfermedad o accidente donde sí
que es posible estrechar más el cerco.
Como sigue diciendo Ordway Hilton
en el libro al que hemos hecho referencia anteriormente (pág. 288): "Las
enfermedades y los accidentes pueden afectar seriamente la escritura
manuscrita, y la modificación podrá tener lugar en un día o en una semana
concretos. Tras la recuperación, se dan casos en los que quedan efectos
residuales, aunque a menudo no son aparentes, por lo que en estos casos, el
periodo de deterioro quedará claramente acotado."